Juli (25/07/2021)
Mi mujer, Sara, y yo somos nudistas desde hace un par de años.
No somos de los que lo vamos anunciándolo pero, en general, si surge la conversación, tampoco lo ocultamos. Algunos amigos lo saben, y más de uno también dice haberlo practicado, al menos, alguna vez. Mis suegros lo saben, y alguna vez nos han acompañado a playas nudistas, aunque ellos no lo practican y a mi familia se lo hemos contado, pero más como si fuera una locura de esas que se hacen una vez en la vida.
Hace un par de semanas, estando con otra pareja de amigos en la Playa del Rebollo, nos hicimos unas cuantas fotos al natural. Viéndolas en casa, nos gustaron mucho dos que nos habían hecho de espaldas mirando al mar, una sentados en la arena en la que no se veía gran cosa y otra de pie. Le sugerí que las subiera a su Insta, yo no tengo, y de primeras se negó en redondo, pero más tarde, tomando una copa, retomé el tema, diciendo que es algo de lo que disfrutamos mucho y que muchos de nuestros amigos desconocen y que además, es una forma de normalizar el nudismo.
No sé si fueron los argumentos o las copas, pero en ese mismo momento subió la foto sentados, la más discreta. Tampoco le apetece mostrar su trasero a todo el mundo. Hubo un montón de reacciones, casi todas con sorpresa, y todas positivas (emojis de aplausos, admiración, etc.).
Eso sí, un par de días después me la devolvió con el argumento de la naturalidad y la normalización del nudismo. Subió una foto mía, de espaldas que es lo que admite Insta, bastante menos discreta.
No tardó nada en mandarme la foto mi hermana, que la había capturado, muerta de la risa y que evidentemente había compartido con el grupo familiar de whattsapp. Ahora ya lo sabe todo el mundo.
Anterior: Dos mironas con poco disimulo
Siguiente: Desnudez con parientes