Begoña (06/10/2014)
¡Qué placer el tomar el sol desnuda! Lo repetiré siempre que pueda. Acabo de empezar.
La semana pasada, ya en octubre, quedo con Juan para explicarnos nuestras cosas. Optamos por ir a la playa de Calella, que hay un chiringuito-restaurante a pie de playa. El chasco tremendo es que está cerrado y no se puede bajar a la playa. En la playa hay gente, playa «textil», pero el acceso es el del restaurante y está cerrado. Bordeamos por la carretera el acantilado hasta llegar a otras escaleras, ya en la playa larga. Queremos ir a la del restaurante, se cruza una zona nudista, que observamos con curiosidad y veo yo a una chica no desnuda pero mirando boca arriba con los lazos de la braguita desabrochados y recogidas sobre el pubis, pero un poco mal puesta por lo que no tapa todo lo que se supone que quería. Juan le mira también y le comento que para eso que se quede en pelotas. Subimos unas rocas para llegar a la playa. Resulta que es una mini calita, y debemos subir por las piedras como cabras para poder llegar a la del restaurante. Total que como está cerrado y no nos queremos despeñar, optamos por quedarnos en la minicalita donde había dos toallas vacías y en el agua una colchoneta alejada. Tumbados en la playa y charlando, observo que sobre una de las otras toallas hay un bikini completo. Llega la chica de la colchoneta totalmente desnuda, nos mira y con una sonrisa nos comenta que si no nos importa que esté desnuda, pues pensaba que era zona nudista como la de al lado. Le decimos que ningún problema. Yo miro a Juan y me medio solidarizo y me quito las tiritas como la chica de la playa nudista, pero me aseguro que quede mejor tapado. Y, o por calentón o por calor, Juan se va a bañar. Llega la amiga de la chica por el agua, por la zona nudista, cargada con bebidas, y en la muñeca su bañador. Llega un hombre y se pone vestido junto a las chicas y también suficiente cerca para yo oír. Las dos chicas, viendo que era un mirón le dicen que esta es una playa nudista. Yo no sé qué hacer, pero me incorporo y, claro, parece que esté sentada sobre mi bikini y claramente desnuda. Yo, que soy cañera especialmente si me siento incómoda, le confirmo al «señor» lo mismo. Intimidado un poco, no se mueve y le digo es que por aquí no nos gustan los mirones, asegurándome que Juan ya está viniendo. Y como si nos hubiera oído o leído el pensamiento, Juan sale del agua quitándose el bañador. Pues nos ve a las tres desnudas totalmente. ¡Mirón espantado!
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