Daniela (17/12/2009)
Hola, me llamo Daniela
Mi primera vez y aunque parezca mentira, ha sido a mis treinta y seis años, aunque siempre me había atraído.
Ocurrió de una forma tonta, mi marido y yo nos tomamos unas vacaciones en Fuertevetura. A nuestra llegada la sorpresa fue mayúscula, nos habían perdido la maleta. Nos comentaron que seguramente en veinticuatro horas la tendríamos en el hotel. Nos lo cogimos con buen humor y a la llegada al hotel le comentamos a la chica que nos atendió lo sucedido. Mi marido ironizó con la suerte que teníamos, ya que al menos podríamos ir a la playa, ya que había escuchado que aquí todas las playas eran nudistas. La chica nos comentó que no era así, más o menos, pero que podíamos desnudarnos en muchas playas. Nos decía que la playa del hotel era mixta y si queríamos, nos podíamos desnudar. Mientras íbamos hacia la habitación comentamos junto a mi marido la posibilidad de ir a la playa esa misma tarde y que, por una tarde, podíamos probar el de desnudarnos para ver si nos gustaba en espera de nuestra maleta. Ya en la habitación nos desnudamos totalmente. Mi marido se puso una toalla para tapar sus partes íntimas y yo, tras depilarme el pubis convenientemente con una cuchilla del hotel, me quedé con una tanga y la camiseta que llevaba mi marido, la cual me cubría sobradamente. A nuestra llegada a la playa del hotel tuvimos una decepción, todo el mundo estaba en bañador. Tras encontrar un hueco, colocamos una toalla y mi marido me dijo: «pues a quien no le guste, que no mire» y, seguidamente, se despojó de su toalla y se fue a bañar totalmente desnudo. No daba crédito a lo que veía, pero me fijé y la escena no causó ningún revuelo, por lo que decidí librarme de la camiseta dejando mis pechos descubiertos. De todas formas mi tanga era discreto y negro y hasta parecía un bañador, por lo que decidí ir a bañarme. Una vez en el agua no dejaba de pensar en quitarme la braguita, pero algo no me lo permitía. Decidí salir del agua y, de golpe y tras ver lo feliz que era mi marido allí en medio en pelotas, me bajé mi tanga dejando al descubierto mi vagina. Me gustaría decir que la escena no causó demasiado ruido, pero la verdad es que me sentí observada, pero lejos de acongojarme saqué a relucir mi talante exhibicionista, regresé a la toalla y me practiqué una cola en el pelo, allí en medio de la playa. La sensación del agua recorriendo mi cuerpo mientras la brisa marina impactaba en mi bello púbico por primera vez es algo que no olvidaré. Estuve toda la tarde y semana desnuda en la playa. No me lo podía creer, me paseaba con el culo al aire y no me inquietaba en absoluto. El resto de días incluso caminábamos kilómetros desnudos los dos, intercalando zonas textiles y nudistas. La sensación de libertad es absoluta y aunque a veces nos sentíamos observados nos era igual. Destacar que en los días sucesivos cada vez había más gente en la playa del hotel que se apuntaba al naturismo. Al día siguiente de nuestra llegada la maleta apareció, pero los bañadores se quedaron en la maleta para siempre.
¡Besitos!
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