Juan Carlos (30/12/2018)
Os mando una divertida anécdota sobre algo que me pasó este verano, y que, sin quererlo, ha provocado que mi afición al nudismo haya pasado a ser algo del dominio público.
Suelo ser bastante prudente en lo que se refiere a compartir con la gente que conozco que frecuento playas nudistas, aunque mi familia y mi círculo de amigos más íntimo sí lo saben, de hecho lo he practicado con algunos de ellos. Donde hasta ahora no sabían nada era en mi trabajo, a pesar de que tenemos mucha confianza y amistad desde hace tiempo, pero eso cambió este verano.
Tenemos una tradición, más de coña que otra cosa, con mi grupo de amigos más íntimo, que es mandar por whattsapp, una foto mirando a la playa, los que nos desnudamos, en bolas, como no puede ser de otra forma. Bueno, pues en agosto, estábamos disfrutando de nuestro último día de playa cuando Laura, una del grupo, dijo que echaba en falta la foto de mi culete. Siendo como soy, acepté el reto y le pedí a mi mujer que me hiciera la tradicional foto.
Pero esta vez le dije a mi mujer, en vez de mandarla al grupo, la voy a poner en el estado de whattsapp, a ver quién se da cuenta. Por si alguno no lo sabe, se puede seleccionar si la haces visible para todos tus contactos o solo para algunos, y eso fue lo que hice, seleccioné a los componentes del grupo, la envié y nos fuimos a pegar un bañito.
Al cabo de un buen rato volvimos y nos tumbamos al sol. En eso que le llega un mensaje a mi mujer y me dice «Que dice mi amiga Paloma que tienes un culo monísimo». Sonreí y de inmediato pensé «¿Paloma?, pero si no está en el grupo».
Asustado cogí mi móvil y vi mi error, había compartido la foto con todos mis contactos, y le había dado tiempo a verla a más de uno que no estaba previsto. Una pareja de vecinos, varias amigas de mi mujer, una mamá del cole y prácticamente todos mis compañeros de trabajo. Rápidamente borré la foto del estado, pero ya era tarde.
El grupo de compañeros de trabajo estaba que ardía. Mónica había visto la foto y había tardado medio segundo en avisar al resto de compañeros, convirtiéndome en la comidilla y objeto de todo tipo de gracias y, aunque me esté mal el decirlo, también de alabanzas. Hubo una que no la vio, pero ya se encargó Mónica, que había hecho una captura de pantalla, de reenviarla al grupo. A la vuelta de las vacaciones, pasé a ser «el compañero nudista».
Pensándolo bien, lo bueno es que ahora no tengo que ocultar que soy nudista, y además sirvió para sacar el tema de una forma natural, y para averiguar que más de uno también lo ha practicado en más de una ocasión.
La verdad, me alegro del error.
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