Juan Carlos (02/01/2018)
Ya conté hace tiempo que solemos pasar unos días de verano en el apartamento de mis suegros en la playa y leyendo la anécdota de José encontrándose con un conocido me ha traído a la memoria algo similar que viví él pasado verano.
Ese día me levanté temprano y decidí ir a pasar un rato en solitario a la playa del Carabassi. Me gusta pasear por la playa, darme un bañito a primera hora y relajarme un poco en la arena. Acababa de salir del agua y estaba mirando al mar cuando oí mi nombre, me giré y me encontré con Sole, la vecina de mis suegros. La situación era un tanto extraña, ya que mientras ella llevaba un pareo yo estaba completamente desnudo, pero pensé que al fin y al cabo ella podía haber pasado de largo como si no me hubiera visto, porque yo estaba de espaldas y no me había dado cuenta de su presencia, así que decidí actuar con naturalidad.
Nos saludamos y le dije que esperase un momento, que iba por la toalla, a lo que me contestó que por ella no lo hiciera, que sí yo estaba a gusto así le parecía estupendo y que además se me ve genial y en buena forma. Le pregunté si era habitual de esa playa, cada vez menos nudista, al menos en agosto, aunque estábamos a primeros de septiembre y a esas horas suele haber bastante gente desnuda. Me dijo que a veces, pero que ella no se desnuda, como mucho se quita la parte de arriba y que no esperaba encontrarme ahí y menos así. Le conté que la familia, salvo mis suegros, que lo toleran, pero ni por asomo se les ocurre practicarlo, somos nudistas habituales, aunque solemos ir más a otras playas de la zona.
Tras un rato charlando nos despedimos, y cuando volví a casa lo primero que hizo mi suegra fue decirme, «Ya me ha dicho Sole que os habéis visto en la playa, y que tienes un culito muy mono. Ya tienes otra admiradora».
Y eso es todo.
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