José (16/09/2017)
Este verano fui con la familia a pasar una semana a Isla, en Cantabria.
El primer día fuimos a la oficina de turismo para informarnos sobre actividades en la zona, y una chica nos recomendó hacer, entre otras, una ruta por los acantilados hasta llegar a la playa de la Arena, informándonos de que al final, la zona de la ría es nudista y que merece la pena acercarse a verla.
Al salir, comentando entre nosotros las distintas posibilidades, mi padre que iba medio cojo por un reciente esguince, dijo que él no se atrevía a hacer la ruta, algo más de hora y media, pero que tenía muy buena pinta y que fuéramos nosotros. Mi madre dijo que ella se quedaba con él pero que fuéramos mi hermana y yo. Sonia, mi hermana, dijo que ella pasaba de ir a una playa nudista y mi madre, para mi sorpresa, le dijo que tampoco era para tanto y que hay que probar todo en la vida, al menos una vez. Como era de esperar Sonia le contestó algo así como «claro, como que tú has ido a una playa nudista», y sorprendiéndome aún más, mis padres, ahora los dos, dijeron que sí, que en Canarias y Baleares habían ido, y que merecía la pena al menos probarlo.
El caso es que el día antes de volver mi hermana y yo decidimos hacer la ruta. Al poco de empezar mi hermana dijo que no tenía nada claro lo de ir a la playa nudista, entonces le comenté que yo llevaba tiempo haciendo escapadas a playas nudistas las pocas veces que podía, lo maravilloso que es tomar el sol y bañarse desnudo y que tenía que probarlo. Alucinó bastante y me dijo que yo hiciera lo que quisiera pero que ella no iba a estar desnuda delante de tanta gente, y menos delante de mí.
Finalmente llegamos a la ría y nos fuimos al final, dónde parecía que había menos gente, aunque allí había clara mayoría nudista, y algunas chicas en topless. Extendimos las toallas y, con bastante corte, lo tengo que admitir, pero pretendiendo la mayor naturalidad, me quité el bañador y me fui a bañar. Al poco vino Sonia, al principio con una risa nerviosa, flipando porque estuviera desnudo como si no pasara nada.
Salimos, fuimos a las toallas, y al rato mi hermana dijo: «Parezco un bicho raro, soy la única que lleva bikini» y se quitó la parte de arriba. Luego confesó que llevaba un rato deseando hacerlo pero que no se atrevía a hacerlo.
Pasamos una tarde fantástica, me hizo una serie de fotos al natural, algo que llevaba tiempo deseando tener, y al final de la tarde recibimos un mensaje de mis padres diciendo que en un rato venían a buscarnos.
Era momento para un último baño. Ya era el final de la tarde, y dentro del agua le dije a mi hermana: «¿No vas a probar a bañarte sin nada? No sabes lo que te pierdes». Miró alrededor vio que solo quedaba una familia con un par de niños pequeños y otra pareja, respiró hondo, se quitó el bikini y se lo ató a la muñeca.
Como no puede ser de otro modo, le encantó. Volvió a confesar que llevaba un buen rato queriendo probarlo pero que no quería que nadie, y yo especialmente la viera desnuda. Al rato llegó el momento de salir, pensaba que se volvería a poner el bikini pero no, salió del agua desnuda como yo.
Como colofón le dije que teníamos que inmortalizar el momento histórico y la convencí de hacernos una foto de espaldas mirando a la ría. Le pedí a la mamá de los niños que nos la hiciera y nos hizo no solo de espaldas sino también de frente al darnos la vuelta.
Al encontrarnos con nuestros padres lo primero que hizo mi madre fue preguntarnos si lo habíamos probado. Dijimos que sí y no se lo creían así que, muertos de vergüenza, sobre todo Sonia, les enseñamos las fotos. No solo les encantó, es que mi madre nos pidió al instante que se la mandásemos y ahora es la foto de nuestro grupo de WhatsApp.
Y lo más curioso es que yo comenté medio en broma que era una pena que no hubiesen estado con nosotros y mi madre contestó: «Pues tienes razón, el próximo viaje nos hacernos una visita a una playa nudista» Quién sabe, a lo mejor nos convertimos en una familia nudista.
Anterior: La clave es la naturalidad
Siguiente: Baño y comida nudistas