Begoña (09/10/2014)
!Esto engancha!
En la playa, fantástico. Lo he probado en casa y aún mejor, pero con más nervios.
Vivo en una finca vieja sin ascensor y el terrado, siendo comunitario, sólo se usa para tender ropa aunque casi nadie sube. Mis vecinos son gente mayor y hay muchos escalones. La puerta del terrado tiene llave pero no pestillo, de modo que si no cierras con llave, la puerta queda a merced del viento, medio abierta, dando golpes. Como la semana pasada probé el nudismo en la playa y me gustó, decidí subir al terrado para ir igualando las marcas del sol. Os cuento: Patri, mi compañera de piso subirá en un rato para acompañarme y ver la situación pero sin intención de desnudarse ¡Por favor!, va a comprar un poco y en media hora subirá. Me instalo junto a la manguera de regar y al tumbarme miro alrededor por si hay alguien, cosa que es imposible, pero es instintivo. Me quito el top y dudo en quitarme la braguita pues estoy en la ciudad. Me digo a mi misma ¿a qué he venido? Me quito los lazos de la braguita como en la playa. El calor es abrasador, pues no corre aire en el terrado. Me levanto, pues la puerta empieza a repicar. Opto por poner una macetita bloqueando la puerta y así Patri puede entrar sin la llave que sólo tengo yo y algún vecino más. Me vuelvo a desanudar la braguita que habia atado para poner la maceta. Pasados unos quince minutos, ya no soporto el calor y cojo la manguera para refrescarme, y ya como tengo confianza ni me ato la braguita, que se queda sobre la toalla, momento en que oigo que pican a la puerta y yo, aunque extrañada por lo pronto que era, digo: ¡Empuja fuerte que esta abierto!, pensando que era Patri. La manguera está arrinconada de modo que desde la puerta no se ve cómo me ducho, sólo la toalla y mi bikini extendido. Resulta que era un vecino joven que sube a tender la ropa, saluda con un cortés buenos dias, acaba en cinco minutos y se va. ¡Qué nervios! Llega Patri, se lo cuento. ¡Jo qué corte!, y le digo que no, que ni se ha inmutado. Se anima desnudándose totalmente, se refresca y las dos tumbadas al sol. De repente se abre la puerta y entra de nuevo el chico y yo me incomodo y me sale un «¡No creo que se haya secado tu ropa!» Él solo lleva unas chancletas una toalla enrollada y crema del sol. Y contesta, ¡ya me lo imaginaba! He subido a tomar un poco el sol como de costumbre. Viendo que íbamos a ser obsevadas de pleno por un tío en bañador pues se pone cerca, le decímos que ya nos vamos. Él dice: «no molestaís», y pensamos: «claro, tiene una visión perfecta de nuestro pubis». Y nos dice: «tampoco os molesto yo, ¿verdad?» Se baja el bañador y se queda boca arriba, por debajo de nuestros pies, en dirección al sol. Es decir, no nos mira descaradamente, ni tampoco puede.
¡Vivo en una comunidad nudista!
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