Quisiera compartir mi experiencia…

Anécdotas sobre el nudismo y naturismo: Quisiera compartir mi experiencia…

Carlos (01/07/2003)

…Hola, me llamo Carlos, soy un chico de Pamplona y aunque detesto el calor y el agobio de la playa, con su fastidiosa arena y el salitre que se introduce por todos los rincones del cuerpo, practico habitualmente el naturismo en mi hogar y muchas veces en escapadas al monte. Parece que casi todos los relatos que publicáis son de gente que practica el naturismo exclusivamente en la playa, ¡como si no pudiésemos practicarlo en cualquier parte, respetando los gustos y deseos de los demás!

Para mí es como fumar, si a alguien le molesta que fume delante suyo, no enciendo un cigarrillo, (de hecho yo siempre pido permiso a mi interlocutor para fumar) y pienso que es exactamente la misma clase de respeto y deferencia que se debería tener hacia los demás respecto al naturismo.

Pues bien, sólo quería comentar lo feliz que puedes llegar a sentirte en plena naturaleza, un día de lluvia tormentosa, en que sientes la fuerza del viento y la lluvia salpicándote la piel y el cabello, cegándote con los relámpagos, de hecho me hizo conectar más que nunca con mi parte animal y me sentí más vivo que nunca. Dejé incluso de buscar refugio y me quedé allí de pie, sonriendo con una mueca torcida, mientras mis amigos me obserbaban desde la entrada de una cueva. Un buen rato después ví que se unían a mí, entre risas y aullidos que ya poco tenían de esa «humanidad» llena de prejuicios, odio y estupidez ilimitada, todos nos contagiamos de una alegría inconfesable, eramos seres básicos, era como decir «Yo soy mi cuerpo, mi herramienta, mi instrumento. Es todo lo que tengo en la vida y todo lo que me conforma como ser, y estoy orgulloso de mi cuerpo».

Gritábamos, aullábamos al viento, descargábamos un stress bestial, ya no trabajábamos en una oficina atados a unas normas estúpidas, a un horario sin sentido, a una vida prefabricada, a unas normas sociales arcaicas y desfasadas. Eramos más que hombres. Eramos unas bestias desatadas. Eramos lo que éramos, y nos gustaba. Punto.

Acabamos roncos, lo juro, casi asfixiados de tanto gritar, nos dolían las venas del cuello, los músculos de todo el cuerpo se habían agarrotado de tanta tensión, estábamos clavando las manos en la misma tierra, arrancando puñados de tierra y hierba. Jamás imaginé que pudiese ser tan liberador del stress.

Después, sentados desnudos alrededor de un fuego, no nos queríamos casi ni mirar a la cara. Cada cual tenía un motivo para haber gritado ahí fuera, desnudando no sólo su cuerpo sino su alma. Pero fue lo más reconfortante que he hecho nunca, aquel día renací de mis problemas, estaba absolutamente hundido, y el hecho de volver a ser un ser «básico» me limpió de inseguridades, miedos, me cargó las pilas, en definitiva.

Muchas veces pienso que podíamos haber acabado todos en un manicomio, si cualquier vecino pasa por allí es obvio que no sabría cómo interpretar la escena que estaba viendo y hubiese llamado a los guardias del manicomio más cercano. Lo más alucinante del caso fue la espontaneidad de la situación. Sin embargo, pienso que es una experiencia que todo hombre o mujer debería probar al menos una vez en la vida. Si cree que va a sentirse más cómod@ en grupo, no siendo la única persona que revierte a su lado «animal», adelante. Puede que, en el futuro, lo que necesite es hacerlo solo. Yo personalmente recomiendo hacerlo, al principio hablándolo con un círculo de personas que tengan confianza contigo y que tengan también problemas y busquen una liberación, y después solo, porque no es fácil desnudar tu alma ante los demás siempre.

En fin, espero haber ayudado a alguien y desde aquí os animo a que os liberéis de esa piel de «humanidad» que apesta a civilización, destrucción del entorno y beneficio económico.


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